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Thence
Solo una palabra: bRUNA. Y se activan los resortes de la ilusión. Pongamos todas las cartas sobre la mesa, y aunque acaba de empezar el año, no queremos jugar a la falsa modestia: Thence, el nuevo disco de bRUNA, es uno de los discos del año. Después del enorme And it matters to me to see you smiling, editado en spa.RK en 2009, que fue considerado el mejor disco del año en numerosas revistas, playlists y webs, Carles Guajardo ha dado luz a la continuación de ese disco primerizo y vital, que glosaba en forma de melodías fugaces e intensidad melodramática de gran poder adhesivo todo lo que bullía en su interior. Y ha sido a través de la distancia interpuesta, dejando atrás ese disco seminal que le valió exageradísimas loas, como ha llegado a Thence: adiós terapia emocional, hola conciencia. Es nuestro bRUNA de siempre, pero es diferente. Detrás de estas canciones está el mismo apasionado artista que descubrimos hace cinco años, pero que aquí, en un salto caleidoscópico entre décadas -finales de los 80 y mediados de los 90-, convierte Thence en un tratado que recoge la vitalidad y la intensidad de una época que nos dejó a las puertas del Sónar y al que bRUNA se encarga de homenajear en ese 1996 que sirve de despedida al disco. ¿No os imagináis a las 4 de la mañana en los aledaños del pabellón de la Marbella con Orbital sonando a lo lejos? Carles, espectador atento, voyeur de club, músico al que la imaginación quiere ver en la barra escuchando lo que se cuece en la pista, cristaliza de manera prodigiosa todo ese mundo en Thence. En esos bajos gordos que bailan entre dos lustros, esos teclados hip house, ese aire new beat 1989 –días y días escuchando compilaciones en su walkman Sony amarillo de camino al cole; horas ante la radio escuchando el programa del mítico Toni Peret-, esas voces tan 1992, esos brillos que nos recuerdan que –sí, señores- esto es fantasía. Fantasía vía loudness, donde Carles da rienda suelta a su maestría, a esa capacidad única para elevarnos con esas enormes melodías marca de la casa, intensas como si no hubiera mañana. Dale al play con Ever after, y todo se hace claro y meridiano. Thence. Dance. El artista ha perdido el miedo a la pista de baile, que se intuía levemente en algunas colaboraciones anteriores, no sin antes remozarla con ráfagas de luz, voces vaporizadas, violines renqueantes y neones multicolor. bRUNA no tiene intención de llevarnos al paraíso sintético del baile así por las buenas: es música de baile pero, de tan mayestática, es éxtasis líquido; la luminosidad e intriga de su música es clave. Si en algún momento consideró el shoegaze como uno de los cúlmenes de la intensidad dramática, Thence es su anverso y su reverso al mismo tiempo; Thence es un flash continuo de sentimientos, la condensación de un legado particular, algo así como la puesta al día de nuestro bagaje musical, activando los resortes de la memoria a lo largo de doce temas. Es luz, es optimismo: es la chispa que estábamos esperando en estos tiempos que corren. Thence es emoción pura. Gallina de piel.